La posibilidad de rodar una película en África, en Guinea Bissau, se planteaba como una aventura asegurada -en África las cosas no son previsibles- e incierta -no teníamos todas con nosotros de que volveríamos con material suficiente para una película-. Conocíamos el tema, pero lo que habíamos podido investigar desde España, era insuficiente. De modo que la documentación en terreno acabó convirtiéndose en rodaje de la propia película.
Rodar en uno de los países más pobres del mundo, sin luz ni agua corrientes, podía llegar a ser un problema en algún momento. Algo tan sencillo como recargar unas baterías de cámara, podía convertirse en algo complicado.
Pero a pesar de los posibles inconvenientes iniciales, creíamos firmemente en la historia que queríamos contar: los problemas que se encuentran muchos niños guineanos que tienen que ser evacuados a Europa para poder salvar sus vidas tratando enfermedades que allí es imposible. Se trataba de concretar en unos casos en particular: conocer las dificultades -normalmente burocráticas- que van apareciendo, acercarnos a los niños y sus familias mientras viven esa espera que se convierte en un hilo del que dependen sus vidas. Y conocer también a las personas que ayudan a los niños y a sus familias a realizar todo el complicado proceso. Entonces nos encontramos con una variedad de personajes como nunca hubiéramos soñado. Unos personajes que cada vez que aparecen en la película aportan una nueva dimensión a la narración.
Por si todo ello fuera poco, la inestabilidad política que parece instaurada en Guinea Bissau afecta directa e indirectamente a la población con regularidad. Un 3 de marzo el Presidente de la República y el Jefe del Estado Mayor son asesinados. El suceso paraliza el país durante un día. Los entierros también. Un simple trámite burocrático puede ser imposible de llevar a cabo con la urgencia que se precisa, y ello le puede costar la vida a los niños que esperan su evacuación.
Después de los atentados la vida sigue su curso, se convocarán elecciones, pero la inconsistencia de las instituciones políticas guineanas permanece, y su población sigue sufriendo las consecuencias. Gracias al trabajo de nuestros protagonistas se están salvando vidas que no tendrían por qué estar en peligro.
Finalmente llegamos a tener noventa horas de material. Entonces empezaría la larga aventura del montaje a cuatro manos, que tras largos meses intensivos ha resultado en una película de noventa minutos. No está todo lo que pasó en los dos meses de rodaje, pero sí lo necesario para contar esta historia de la mejor manera posible.